El primer Elvis de la historia


-¡Coño! si es Elvis vintage!- es lo que gritaba mi cerebro como lo hace el de Homer Simpson cuando descubre que no queda cerveza en la nevera. Luego he leído el letrero como una palurda y he visto que nada tenía que ver con el rey del Rock…-Ah…..no, …es Napoleón…vale, vale….Napoleón III????!…pero si yo sólo conozco a uno…mierda de ESO..!-.

Pues, sí, por lo visto había 3, de ahí lo de III claro jajaja. El primero es el que tenía la costumbre de usar pantalones con espacio suficiente para meter un pañal. Y por lo que he podido ver en la extensa colección pictográfica que hay por Internet, creo que tenía malas digestiones porque siempre se toca el estómago. Seguro que tenía la Helicobacter Pylori.

Le toma el relevo Napoleón II, su hijo, que tenía que ser más pijo que Froilán de Todos Los Santos. Como no tenía ni idea de lo que era buscarse la vida, la vida de pijo que le había conseguido su papi, se le acabó a los 21 años de una tuberculosis…seguro que tenía algo que ver con la Helicobacter de su padre (alguna de esas fiestas mixtas de Virus/Bacterias como daños colaterales de los festines reales).

Después de este fracaso dinástico, vino nuestro amigo Elvis Bonaparte, que para hacerse este retrato se afeitó como nunca lo había hecho antes. Se le había revelado un instinto musical que le obligaba a decir ¡Bibaboluba! y a dar pasos de baile pélvico de camino al cagadero real. Este era especial porque era un sobrino de Napoleón, el de las molestias estomacales, y no un hijo. La genética cambia. Así que al no padecer de lo mismo que sus predecesores, tenía un carácter más alegre, estaba más delgado y murió feliz a los 64 años muy por encima de la esperanza de vida de aquella época.

Así termina la historia de este creador de tendencias del siglo XIX, que nos regaló las patillas a media mejilla y la pose chulesca marcapaquete que más tarde, inspiraría a nuestro Elvis Presley.

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